¿Puede un hombre reconstruir su vida aun a sabiendas de que la pasará confinado -preso, en realidad-, en un hotel, un lugar en el que, precisamente, muchas vidas entran y salen a diario? Puede.
¿Puede seguir el ritmo de los cambios sociales y políticos que se producen a pocos metros del lugar en el que le han recluido? Puede.
¿Puede crear lazos de amistad, tener amigos leales, tener una relación sentimental, sujeto como está a los límites del edificio en el que, de huésped, pasa a ser residente perpetuo? Puede.
En «Un Caballero En Moscú» el conde Aleksandr Rostov, juzgado por los bolcheviques y condenado a reclusión de por vida -después de conmutársele la pena de muerte-, aprende y se adapta. Aristócrata refinado y sin oficio, culto, elegante, recuerda los viejos y buenos tiempos de su juventud, y sigue adelante con melancolía de lo vivido y curiosidad por el futuro. El Hotel Metropol será su mundo durante treinta largos años, pero hasta allí van llegando las personas que, por unos motivos u otros, formarán su singular círculo afectivo, incluida una niña que, con el tiempo, será madre de otra pequeña a la que el conde Rostov tendrá que cuidar y que se acabará convirtiendo en su hija de facto.
Al final, gracias a un hábil plan y a la ayuda de sus amigos más íntimos, vuelve al mundo de fuera, y es entonces cuando una novela acaba y una vida vuelve a su lugar, aunque no a su tiempo.
Amor Towles , nos ofrece en este libro una oda a la templanza. Es, sin duda, un escritor de afectos.

留言