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La última función. Luis Landero.

Foto del escritor: rosamariabobillorosamariabobillo

Actualizado: 16 may 2024

Cuando alguien sabe contar historias, te atrapa y te lleva de su mano. Eso hace Luis Landero en «La última función», la voz coral de un grupo de personas ya mayores, que se reúnen para recordar y que nos narran los últimos días de su pueblo, abandonado en la actualidad. Los acontecimientos que tienen lugar desde el retorno de un actor olvidado -nacido allí y del que todos recuerdan su magnífica voz-, hasta la llegada -por puro azar-, de una mujer desconocida que acaba de abandonar a su marido. Todos, el actor, los pocos jóvenes que quedan, los mayores y la mujer, se suben al barco de una ilusión: montar una función en torno a una leyenda y a un milagro que, en tiempos pasados, se representaba en el pueblo y había dado fama a San Albín en todo el país.


Como el último canto del cisne, la función es un éxito que no puede remediar lo irremediable: el abandono del pueblo, la huida de un lugar que no ofrece recursos de futuro a nadie. El actor -Tito Gil-, y la mujer -Paula-, protagonistas absolutos de la obra, también escapan, juntos, sin que quienes nos relatan este cuento, sepan cómo sucedió el que se enamoraran -si lo hicieron-, ni sepan cuándo decidieron irse, ni adónde. Desaparecieron, sin más, como la vida desapareció de San Albín.







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