Luz de Febrero es la mirilla a través de la cual escudriñamos la vida de los habitantes de un pequeño pueblo en la costa de Maine, que es, por cierto, el lugar de nacimiento de la autora. Olive Kitteridge -la protagonista-, una mujer espontánea rayando en lo caústico, es quien abre esa mirilla y destripa las intimidades de todos, incluida la suya, con un desparpajo, una desenvoltura y una falta de pudor que nos asombra y nos cautiva.
Racional y con una aceptación de la realidad que la sitúa en el límite del sarcasmo, nos habla de la soledad, del desapego y de la felicidad con la misma facilidad que describe una forma de cocinar o el corte y color de una prenda de vestir.
Una novela que emociona y hace reflexionar.
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