Ictus, de Rubén Abella, rotunda en el fondo y potente en la forma. Con un lenguaje directo, actual, rico, incluso áspero, como corresponde a la historia que cuenta.
El azar hace que los protagonistas, cada uno de ellos perdido en su propio caos, acaben encerrados en la espiral de un mismo espacio-tiempo y vivan una situación límite. El vértigo de los acontecimientos les coloca en su "minuto cero", en ese instante en que ya todo ha sido. El mismo desastre que los deja noqueados sirve de espita a un desahogo casi imperceptible y atisbamos algo de esperanza -casi oculta, eso sí-, tras la resignación.
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